De las 60.000 muertes que se registraron en la Franja de Gaza desde que Israel comenzó su ofensiva hace casi dos años, más de 17.000 son niños y niñas, alerta Catherine Russell, directora ejecutiva de UNICEF.
Son bombardeados mientras duermen, mientras hacen fila por agua o incluso en quirófanos que ahora operan a oscuras, superando al 100 por ciento su límite de ocupación.
Gaza es el lugar más peligroso del mundo para ser niño, advierte UNICEF.
Un niño muere aproximadamente cada 51 minutos en Gaza. Eso representa un promedio de 28 niños asesinados por día, el equivalente a un aula completa. “Piénselo por un momento: cada día, durante casi dos años, una clase entera de niños fue asesinada”, ruega Russell.
Entre los más de 900 bebés que murieron antes de cumplir dos años, está Muhammad Abu Hilal, quien falleció junto a su madre Afnan, embarazada de siete meses, en un ataque aéreo de Israel sobre el campamento de desplazados al-Mawasi, una zona que las autoridades israelíes habían declarado “segura”.
Su padre, Alaa, los había enviado allí con la esperanza de protegerlos. “Mi querido hijo, sube al cielo. Allí encontrarás todos tus juguetes”, lloró desconsolado mientras sostenía el cuerpo sin vida de su hijo. Otros 935 niños llamados Muhammad también han muerto; cada uno con una historia similar, hoy reducido a una fría estadística.
En Gaza, sobrevivir tampoco es un milagro, sino el comienzo de una vida marcada por la carencia, la desnutrición y el trauma. “Incluso antes de que comenzara la guerra, la mitad de la infancia en Gaza necesitaba apoyo en salud mental. Hoy, todos los niños y niñas de Gaza necesitan estos servicios”, aseguran las alarmantes declaraciones de la ONU.
El hambre y los huérfanos dominan el paisaje. Están en donde mires: en las mujeres que escurren arena para rescatar granos de arroz y harina. En los niños que levantan piedras en busca de un rostro conocido. En los tiroteos que se ejecutan en los centros de distribución de alimentos.
Alrededor de 83 niños ya han muerto por desnutrición, y más de 20.000 sobreviven sin padres y con hambre.
“Es una catástrofe humanitaria provocada por el hombre. Un resultado directo de las políticas impuestas por Israel”, lamenta la ONU. Afirman que el Estado israelí está imponiendo a los palestinos condiciones de vida “cada vez más incompatibles con su supervivencia como grupo”. Países acusan a Israel de librar deliberadamente una “guerra de hambre y genocidio”.
Expertos lo respaldan, asegurando que desde la Segunda Guerra Mundial no ha habido ningún caso de hambruna “tan minuciosamente diseñada y controlada”.
“Lo único que hace falta es que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dé la orden y todos los niños de Gaza podrían estar desayunando mañana”, sugirió Alex de Waal, quien lleva más de cuatro décadas estudiando hambrunas. “Quienes infligen una hambruna son conscientes de ello; saben lo que hacen”.
Israel asegura estar comprometido con la ayuda humanitaria, minimizar muertes civiles, y la liberación de los rehenes. Pero los palestinos están obligados a cruzar, durante horas, zonas militarizadas para acceder a los centros de distribución de alimentos, los conocidos “escenarios de masacres” donde se les disparan para advertir a Hamas. Según informes, las fuerzas israelíes han hasta impedido que las ambulancias lleguen a los lugares de los ataques para evaluar y tratar a los heridos.
El grupo terrorista Hamas ha manifestado su disposición a aceptar un alto el fuego que incluye la liberación de los rehenes restantes y el fin de la guerra. Israel dijo que no aceptará nada hasta que el grupo sea derrotado.
Bajo dicho fundamento, las fuerzas israelíes han abierto fuego contra 1.370 personas que buscaban alimentos, han atacado 36 hospitales y, en sus momentos más críticos, han alcanzado hasta 44 escuelas por mes, casi dos por día.
Los saqueos de alimentos por parte de Hamas fueron desmentidos por agentes de las propias fuerzas israelíes y por un análisis interno del gobierno de Estados Unidos, que concluyó que al menos 44 de los 156 incidentes en los que se reportaron robos o pérdidas de suministros estuvieron “directa o indirectamente” vinculados a acciones del ejército israelí. Israel nunca respondió a las consultas sobre estos hallazgos.