Las autoridades estadounidenses han reconocido que no está claro el número de personas desaparecidas por los incendios forestales que comenzaron hace dos semanas en la isla hawaiana de Maui, debido a la falta de datos completos, pero cifran las personas “reportadas como desaparecidas” en un millar, es decir, que oscila entre 1.000 y 1.100, mientras que ascienden a 115 los fallecidos confirmados.
El jefe del FBI en Honolulú, Steve Merrill, ha proporcionado la nueva estimación de desaparecidos solamente un día después de que el alcalde del condado dijera que el número de desaparecidos rondaba los 850.
“No queremos dejar ninguna piedra sin remover, por lo que estamos considerando a todos los que están en esa lista hasta que podamos demostrar que no están en ella”, ha declarado Merrill, haciendo hincapié en que el número puede variar a medida que siga llegando nueva información.
Además, ha señalado que, después de días en los que han trabajado cientos de equipos de búsqueda y rescate y decenas de perros rastreadores en la zona quemada, han conseguido rescatar a alrededor de 1.400 de las 2.500 personas que inicialmente fueron señaladas como desaparecidas.
El presidente estadounidense, Joe Biden, estuvo este lunes en la isla, devastada por los incendios, donde evaluó la respuesta de las agencias gubernamentales al que ha sido el incendio forestal más mortífero del país en el último siglo, y prometió ayuda a los supervivientes.
La respuesta inicial del mandatario a los incendios forestales de Maui generó críticas a principios de este mes, principalmente de los republicanos, que aprovecharon un período de silencio de casi cinco días entre los primeros comentarios de Biden sobre los incendios y la siguiente vez que abordó públicamente la tragedia.
El mandatario de 80 años vio por sí mismo en un recorrido en helicóptero la devastación causada por las llamas en la histórica ciudad de Lahaina, en la isla de Maui, donde murieron al menos 115 personas, una cifra que se teme que será muy superior ya que más de 1.000 siguen desaparecidas.
“Conozco el sentimiento que muchas personas en esta ciudad, en esta comunidad; ese vacío que sienten en el pecho”, dijo Biden junto a los restos de un árbol calcinado.
“Estamos con ustedes tanto como sea necesario, se los prometo, y me aseguraré de que sus voces sean oídas”, añadió.
“Vamos a reconstruir de la forma en que la gente de Maui quiere. El fuego no puede llegar a las raíces. Esto es Maui. Esto es Estados Unidos”, prometió.
El gobierno central ha sido blanco de las críticas de los habitantes de las zonas afectadas porque consideraron que la administración tardó mucho en reaccionar.
Los residentes de Maui afirman que el proceso de recuperación de los seres queridos perdidos -y de identificación de los cadáveres- ha sido angustiosamente lento.
Las visitas presidenciales a zonas de grandes catástrofes, aunque se consideran casi políticamente obligatorias, pueden entrañar riesgos.
Cuando el presidente George W. Bush viajó a Luisiana en 2005 para presenciar la histórica devastación del huracán Katrina, los críticos se apoderaron de las imágenes de él mirando por la ventanilla del Air Force One mientras sobrevolaba Nueva Orleans para decir que su visita carecía de empatía.
Y cuando el entonces presidente Donald Trump lanzó casualmente rollos de toallas de papel a una multitud en Puerto Rico devastado por el huracán en 2017, los críticos calificaron su gesto de arrogante e insensible.