El mandatario cubano ha lamentado que las medidas «unilaterales», «eufemísticamente llamadas sanciones», se hayan convertido en herramientas al servicio de «estados poderosos» para «destruir» economías y «someter a Estados soberanos».
El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, ha aprovechado el altavoz de la Asamblea General de la ONU para denunciar la «guerra económica despiadada» que, a su juicio, libra Estados Unidos contra la isla y que tiene como principal exponente el «asfixiante» embargo económico impuesto hace más de medio siglo.
Diaz-Canel ha cargado contra las medidas de «bloqueo» impuestas desde Washington y que impiden el libre tráfico de personas y mercancías, advirtiendo de que, durante la pandemia de COVID-19, la Administración norteamericana «escaló de modo oportunista a una dimensión aún más extrema, cruel e injustificada» del embargo.
El mandatario cubano ha lamentado que las medidas «unilaterales», «eufemísticamente llamadas sanciones», se hayan convertido en herramientas al servicio de «estados poderosos» para «destruir» economías y «someter a Estados soberanos». En este sentido, ha cuestionado los castigos no sólo contra Cuba, sino también contra Venezuela, Nicaragua, Irán, Corea del Norte y Siria.
En este sentido, ha llamado a asumir el nuevo contexto global y apostar por la multilateralidad, lo que pasa también por una «transformación profunda» de la arquitectura financiera global, que considera «profundamente injusta, anacrónica y disfuncional».
El actual marco económico, ha añadido, sólo busca «perpetuar un sistema de dominación» y «reproducir un sistema de colonialismo moderno», por lo que confía en cambiar las instituciones para que también los países del Sur tengan «verdadera capacidad de decisión».
Díaz-Canel también ha dedicado parte de su discurso al cambio climático, ya que «amenaza la supervivencia de todos con efectos irreversibles». «Tampoco es secreto que quienes menos influyen en la crisis climática son los que más padecen sus efectos», ha señalado.
En este sentido, ha acusado a los países más industrializados, «depredadores voraces de recursos y del medio ambiente», de eludir sus responsabilidades y de incumplir las sucesivas promesas firmadas en foros internacionales.