Santo Domingo.- Durante la conmemoración del Viernes Santo, la Iglesia Católica alzó su voz en defensa de los derechos humanos de los privados de libertad, en el marco del Quinto Sermón de las Siete Palabras, pronunciado por el diácono Frank Luis de la Cruz.
Inspirado en la Quinta Palabra de Jesús en la cruz: “Tengo sed” (Juan 19:28), el diácono comparó la sed de Cristo con la sed de justicia y dignidad que sufren muchas personas dentro del sistema penitenciario del país. “La violación de los derechos humanos en las prisiones provoca mayor marginación, exclusión y sufrimiento”, expresó Frank, haciendo un llamado a servir a los más olvidados.
En su intervención, exhortó a jueces, fiscales y autoridades penitenciarias a recordar que al final de la existencia, “el juez será Dios”. También señaló que uno de los desafíos más urgentes de la Pastoral Penitenciaria es precisamente la defensa de los derechos de las personas privadas de libertad.
“La Iglesia cree y proclama que los derechos humanos son universales, inviolables e inalienables, que deben ser protegidos en su totalidad”, subrayó el diácono, al tiempo que agradeció la construcción del centro penitenciario Las Parras y exigió la edificación de nuevas cárceles con condiciones dignas.
Frank también recordó que el pasado 7 de enero, durante el Día del Poder Judicial, el presidente de la Suprema Corte de Justicia reconoció que la mora judicial es el principal problema del sistema. En ese sentido, la Iglesia llamó a una profunda reflexión sobre esta crisis, que afecta directamente a los internos preventivos. “Se pudren en las cárceles”, denunció, al referirse a aquellos que permanecen encerrados sin condena, con medidas de coerción prolongadas indefinidamente.
Además, describió la alarmante situación de hacinamiento, donde celdas diseñadas para 40 personas albergan hasta 200. A esto se suman deficiencias en alimentación, atención médica y condiciones básicas. “Los consultorios médicos no tienen herramientas necesarias para tratar con prontitud a los internos enfermos”, lamentó.
La Iglesia reiteró su compromiso con la dignidad humana y con aquellos que, aún privados de su libertad, no deben ser privados de sus derechos fundamentales.